lunes, 21 de abril de 2014

Heridas cerradas. Alma abierta.

Me dijeron que no podía, que mi cuerpo no podía. Me lo creí. Y confié.

Siempre me he visto como una persona insegura, con muchas sombras, dependiente del cuidado de los demás... Frágil, diminuta... Siempre me he sentido enferma más allá de que pudiera o no estarlo.

Yo soñaba con otra manera de empezar nuestra vida juntos. Soñaba con ideales que quizá en ese momento no eran más que eso. Soñaba y me veía fuerte, poderosa, dueña de mí como nunca antes lo había sido, gritando desde la profundidad de mis entrañas para darte la bienvenida... Soñaba...

Creo que tuve miedo. Creo que sentí que aquello no era más que fantasías lejos del alcance de mi mano. Alguien como yo jamás conseguiría algo así. "Tú no eres de esas, nena, el lado de las grandes no es el tuyo" seguro que me susurraba mi castradora voz interior...

Así que me dejé llevar. Con resignación. Sin oposición. Y, en el fondo, aliviada por no tener que enfrentarme a una prueba que de sobra se sabía que no podría superar...
Fecha y hora programadas. Trato hecho.
Naciste atravesando mi vientre un día que otro eligió por ti. Nunca debió ser así. Y sin embargo, fue.

Durante meses me sentí bien con ello. Todo lo bien que se puede estar cuando no se quiere (o no se puede) ir más allá. Durante meses fui incapaz de recordarme atada con los brazos en cruz, ni de hablar de esa desgarradora sensación que sentí cuando él tiró de ti para arrancarte de mí. Si cierro los ojos me veo allí, con una lágrima recorriendo mi cara y mi querida amiga mirándome con la mirada más dulce con la que se puede mirar, inventada sólo para mí, sólo para ese momento...

Lloré de miedo porque con la anestesia ya no te sentía, porque me habían reñido como a una niña pequeña cuando me bajó la tensión de golpe, como si yo pudiera controlar eso. Lloré de impotencia cuando me decían "lo estás haciendo muy bien, mami", porque yo no sabía qué era lo que estaba haciendo. Lloré sintiendo que el corazón se me paraba cuando no te pusieron sobre mí. Lloré en silencio por primera vez en mi vida. Lloré sabiéndome rota intentando llorar de emoción. Pero me guardé mi llanto sólo para mí.

Justifiqué cada instante de ese día con la misma frivolidad con la que cada año decimos aquello de "al menos tenemos salud" cuando no nos toca la lotería. Contaba la misma historia una y otra vez, intentando convencer al mundo y a mí misma, de que aquello había sido lo mejor para ti y para mí. Y por un tiempo así lo llegué a sentir.

Escarbar en el alma suele hacer daño. No se puede entrar sin arañar las paredes, igual que Shylock no pudo cobrarse su libra de carne sin derramar sangre.

Pero me fui armando de valor... Cerrando los ojos, respirando hondo empecé a sacudirme la culpa. Empecé a reconocer la fuerza de mi cuerpo en el tuyo propio, alimentado de mí, de mi leche, de mi esencia, de mi vida.
Empecé a perderle miedo a mis sombras y a dejarme acompañar.

Nada puedo hacer ya con cómo transcurrió todo, excepto dejar que esa experiencia sea la luz que me guíe. Mi faro. Mi norte. Aquello que me mantenga alerta.

Ahora ya puedo mirarme en el espejo y acariciar con paz la huella que dejaste el día que naciste...



jueves, 19 de septiembre de 2013

¡SÍ!



Como no podía ser de otra manera, John Lennon y Yoko Ono no se conocieron de un modo, digamos, convencional. La artista japonesa organizaba una exposición en Londres en el medio de la cual había una escalera que llegaba hasta una lupa colgada del techo y, en letras muy pequeñas, estaba escrita la palabra "yes". Lennon dijo que si la palabra hubiese sido "no" él se hubiera marchado de inmediato. Para quienes amamos la música sabemos que conocer a aquella mujer fue un punto de inflexión en la vida del británico que acabó teniendo consecuencias para la música; la suya y la de toda la que habría de venir después.

Y es que basta un NO, para acabar con una ilusión.

Probablemente hablar de músicos melenudos no es la manera más ortodoxa de comenzar a contar una historia de lactancia, de maternidad, de crianza, de aprendizaje... O quizá es tan válida como otro cualquiera simplemente porque a mi manera de pensar y expresar mi historia yo le digo ¡SÍ!

Hoy, jueves 19 de septiembre de 2013, se cumplen veinte meses de la llegada al mundo de mi hijo; de mi nacimiento como madre. Veinte meses de romper mitos y cambiar ´noes¨ por un solo ¡SÍ!, sonoro y rotundo.

Veinte meses desde aquel día, jueves también como hoy, en los que te llevo prendido a mi pecho, regalándonos tantas y tantas miradas azules cargadas de leche.

De haber existido una lista de “cosas que pueden suponer un impedimento para establecer la lactancia materna exclusiva desde el nacimiento”, probablemente hubiésemos tenido un pleno. O casi.

Es por ello que hoy, veinte meses con todos sus jueves después, me he decidido a contar lo que pudo no haber sido pero…. ¡SÍ!

Imaginad a una mujer con una reducción mamaria bilateral. Imaginad ahora que os dicen también que el hijo de esa mujer no nació en un parto fisiológico sino que lo hizo por cesárea. Añadid a este dato que la cesárea fue programada y que el cuerpo de la madre aún no estaba preparado. Agregad a toda esta información que, por cosas de gustos o vaya usted a saber, la lactancia hubo de establecerse a un solo pecho. Finalizad el cóctel con una enfermedad muscular (bastante bien llevada, pero enfermedad al fin y al cabo).

La mayoría de las personas os dirán que esta mujer imaginaria no podrá amamantar a su bebé, y mucho menos hacerlo en exclusiva durante los 6 primeros meses en los que está indicada la LME. Pues muchas son las veces en que nos topamos con un ¡NO! desalentador, descorazonador… Con apoyos que se desvanecen -¿acaso estuvieron alguna vez?- y nos encontramos solos, teniendo que recomponernos pedazo a pedazo…

Hasta que llega el día en el que una fuerza dentro de ti es más grande que tú misma y que todos esos noes y las bocas que los desparraman. Y te prometes que esta vez vas a sentar precedente. Y vas a hacer que esa mujer imaginaria, que vale de excusa para quienes niegan tu fuerza, sea real.

Y te encuentras siendo esa mujer, veinte hermosos meses después. Y sientes que necesitas compartirlo por si hay más mujeres imaginarias con sus noes que quieren ser reales, como tú. Como yo. Porque, como dicen que dijo John Lennon Un sueño que sueñas solo es solamente un sueño. Un sueño que sueñas junto a alguien es una realidad”

La forma en la que conseguí establecer esta maravillosa lactancia fue bastante sencilla aunque, a la vez, más difícil de conseguir de lo que parece. Plena confianza en mi capacidad de amamantar no sólo por mi parte sino por la de mi pareja y un poco de estimulación fueron la receta perfecta. Sentir ese ¡SÍ!, imaginarme la sensación de mi hijo sobre mi piel, saber que aunque el parto no pudiera ser mío tal vez podría serlo todo lo demás…

Gracias, hijo, por cada día. Gracias por cada jueves. Gracias por cada ¡SÍ!